Reseña sobre La reina descalza de Ildefonso Falcones
Para
terminar con el ciclo de lecturas de Ildefonso Falcones, vengo a reseñar La reina descalza, que está ambientada
en la España de mediados del siglo XVIII y se adentra en las vidas de dos
mujeres a las que ligará una gran amistad. Se trata de Caridad, una esclava de
Cuba que viene a España en un barco y cuyo dueño muere legándole la carta de
libertad. Con muchas penurias llegará hasta Sevilla donde conocerá a Milagros,
una gitana que está enamorada de un García, un gitano de la familia rival que
están enfrentadas desde hace años. Sin contar demasiada trama de la obra para
no desvelar mucho lo que ocurre, comento que ambas mujeres se encuentran, han
de luchar por su seguridad y por ganarse la vida como pueden. Caridad conoce el
trapiche del tabaco, ya que en Cuba todos los esclavos se dedicaban a ello. Por
otro lado, Milagros se dedica a vender ese tabaco de contrabando o a leer la
buenaventura en la mano a las personas que se encuentra. Ambas intentan ganarse
la vida de esa manera mientras que ambas se ven ligadas por dos amores
prohibidos, Milagros Vega del gitano rival García y Caridad de otro gitano,
Melchor Vega, abuelo de Milagros. Como he dicho anteriormente, la obra está
ambientada en el siglo XVIII, concretamente durante los años 1748-1754. Años en
los que el rey aprueba un decreto real y convierte a todos los gitanos en
criminales, por lo que muchos de ellos acabarán en la cárcel o tendrán que huir
a otros lugares para no ser descubiertos. Ambas mujeres se separan, Caridad
acaba en la cárcel, pero logrará escapar. Milagros irá a Madrid y se dedicará a
cantar y bailar en el teatro a la vez que su marido la obliga a prostituirse.
Aunque
parezcan dos mujeres distintas, física y culturalmente, no es del todo cierto.
Caridad fue una esclava negra, de Cuba, una mujer a la que el autor describe
como voluminosa, negra como el azabache pero que ha sufrido violaciones a lo
largo de su vida por su dueño y por otros compañeros esclavos de Cuba y a su
llegada a España sufrirá abusos de hombres con los que se encuentra por la
calle. Mientras tanto, Milagros, es una mujer delgada, pequeña, con mucho
nervio, orgullosa y gitana, pero a su llegada a Madrid, también sufrirá esos
abusos de la mano de los nobles que la ven actuar en el teatro.
A
su vez, nos damos cuenta de que Falcones ha investigado mucho sobre las dos
culturas. Se adentra en la cultura cubana, en los cantos yorubas o lucumíes de
sus ancestros, en la esclavitud y el trapiche del tabaco, a la vez que se habla
del dios Eleggua. Mientras que, en el caso de Milagros, se habla del mundo de
la gitanería, tema que ha sido prácticamente escaso en la literatura, nadie ha
hablado de los gitanos prácticamente. Cervantes habla de ellos en su novela La gitanilla pero poco más. En este caso
se va a hablar de ellos y muy detenidamente, se habla sobre la ley gitana, se
dice que provienen de Egipto, el patriarca de la familia que es el llamado
“Conde”, no creen en el dios cristiano sino en su propio dios “Debel” pero éste
no es el creador de la tierra, sino que la tierra es en realidad la madre
divina, la que posee poder y nos da la naturaleza. Más adelante se adentrarán
en la cultura cristiana por obligación de los reyes de España, por eso hoy en
día la mayoría creen en el dios cristiano. También, hay un intento por parte de
la iglesia de bautizar a los gitanos para demostrar al mundo que habían
conseguido atraerlos y mandar sobre ellos. Los gitanos han sido una comunidad perseguida
históricamente al igual que la comunidad judía. Se habla de las mujeres como
curanderas o brujas: “[…] las gitanas no somos como las mujeres de los payos,
sumisas y obedientes; tampoco os gustaríamos entonces, ¿no es cierto? - Entre
los hombres se produjeron algunos signos de asentimiento-. En los tiempos,
desde que vinimos de Egipto, las mujeres gitanas han tenido voz en los asuntos
del consejo, eso me contó mi madre que se lo había contado la suya, pero
vosotros… […]”[1]
Por
lo tanto, vemos como ambas culturas siguen sus ritos y creencias a lo largo de
la obra y que son dos pueblos perseguidos históricamente.
El
canto y el baile de ambas culturas, parece que tampoco tiene nada que ver, pero
sí que vemos como ambas tradiciones se han adsorbido: “Por su parte, Milagros
se limitó a encogerse de hombros ante el proyecto de María, y desde aquel día,
a la menor oportunidad, la vieja curandera arrastraba a las dos lejos del
grupo, en busca de algún lugar apartado para cantar y bailar. Los primeros días
los gitanillos de la partida las espiaban, pero pronto comenzaron a participar.
Guineos, cumbés, zarambeques, zarabandas y chaconas, le explicaron las gitanas
a Caridad el primer día, después de que Milagros bailara alguna de ellas a
desgana con el único acompañamiento del difícil palmeo de una curandera con los
dedos atrofiados. Se trataba de danzas y cantos de negros, traídos a España por
numerosos esclavos. Las letras de las canciones nada tenían que ver con las que
se cantaban en Cuba, pero Caridad creyó encontrar en ellas los bailes africanos
que tan bien conocía.”[2]
En
julio de 1749 hay una redada masiva contra los gitanos y son perseguidos y
encarcelados. Los que logran escapar huirán hacia Madrid, Málaga, Cádiz y
Barrancos en Portugal. Una geografía que recorre gran parte de España y llega
hasta ese pueblecito de Portugal.
Hay
un momento en la obra en la que gran parte de los personajes se encuentran en
Madrid, y a través de nuestra lectura, nos adentraremos en el Madrid de los
manolos, los petrimetres, los lechuginos y el varón dandy como personajes
típicos de la época. “A Melchor se le había olvidado comentar a Caridad que
aquellas gentes a las que llamaban manolos, no solo eran osados, orgullosos e
indolentes, sino que también eran fieles. Convertidos en adalides de las
atávidas formas de vida española, se hallaban en lucha permanente con lo que
consideraban la superficialidad y frivolidad de la nobleza y las clases
pudiente afrancesadas. El honor que había llegado a salpicar la historia de
España con tantos y tantos episodios épicos a cumplir sus compromisos como si
con ello defendiesen la identidad que pretendían robarles.”[3]
Los
manolos o manolas de Madrid eran los que vivían en Lavapiés y eran judíos
conversos, llamados así porque el nombre de Manolo era asociado
tradicionalmente con los cristianos viejos.
También
están los chisperos, trabajadores de fraguas o herrerías; los majos que eran
valientes y tenían desparpajo; los chulos que realizan labores de ayuda en los toros
y que pasarán a ser llamados en el siglo XX como los chulapos o chulapas que es
como nos vestimos en las ferias de Madrid actualmente.
En
la obra también se habla de los petrimetres que imitaban la moda francesa que
era la que estaba en auge en aquel momento y eran odiados por los majos ya que
decían que no tenían originalidad.
El
currutaco que era el hombre enmascarado, de clase media y que no daba buen
fario.
El
lechugino es como se llamará al petrimetre más adelante por el color verde de
su vestimenta.
El
dandy era un tipo muy refinado a la hora de vestir, que pertenecía a la
burguesía y tenía amplios conocimientos de moda.
El
Madrid del siglo XVIII queda bien reflejado en la obra de tal forma que se
adentra no solo en sus personajes sino en su historia, viviendas y cultura. Lo
vemos representado así: “Madrid era incapaz de absorber la incesante
inmigración. Encerrada en la cerca que la rodeaba, más allá de la cual, estaba
prohibida la construcción, dos tercios de la propiedad de su superficie los
repartían la Corona y la Iglesia; el tercio restante, amén del que aquellas dos
instituciones decidían arrendar, tenían que disputárselo los cerca de ciento
cincuenta mil habitantes que colmaban la Villa y Corte a mediados de siglo;
además, tenían que hacerlo sobre unas casas mal compuestas, de estancias
minúsculas, oscuras y carentes de cualquier comodidad, fruto todo ello de la
construcción de casa a la malicia, ardid que durante los siglos anteriores
habían utilizado los madrileños para burlar la regalía de aposento para los que
estaban obligados a ceder gratuitamente al rey parte de sus viviendas para el
uso de los miembros de la corte. […] Por eso surgieron las posadas secretas,
que aunque nadie sabía a ciencia cierta cuántas eran sí se sabía que todas se
asemejaban al sucio y desordenado cuartucho…”[4]
Por
último, se habla también del teatro en el siglo XVIII, los famosos corrales de
comedias donde los hombres y las mujeres se sentaban separados, los criados
esperaban con los carruajes fuera en las puertas del teatro, los actores no se
sabían el papel y había un apuntador que te lo iba diciendo, de forma que la
obra era escuchada dos veces. Las obras duraban 3 horas, ya que había que
entretener al público de alguna forma, pero realmente no se divertían con las
representaciones de teatro de las grandes obras de Calderón, Lope de Vega o
Quevedo, sino con lo que venía entre un acto y otro de la representación, es
decir, los entremeses donde la gente se ponía a bailar y hacían bromas. Los
teatros más famosos de la época fueron en teatro de la Pacheca, el teatro de la
Cruz y el teatro del Príncipe. Allí será donde actúe Milagros durante un
tiempo.
Por
consiguiente, se habla del cortejo, que era el hombre que acompañaba a la mujer
al teatro, a comprar, etc. Era la figura que estaba bien vista, el marido no
era el que estaba con la mujer, sino que era el cortejo, que en realidad era el
amante.
El
lenguaje del abanico: “Libre pues el estorbo de aquel fraile que había llevado
desde Toledo a modo de tutor, la marquesita aprendió el uso del abanico para
comunicar en un idioma secreto por todos conocido aquellas señales que deseaba
transmitir a los petrimetres: tocarlo, abrirlo, abanicarse con fuerza o
lánguidamente, dejarlo caer al suelo, cerrarlo con violencia… Cada acción
significaba una u otra cosa. Poco tardó también en llegar a utilizar los
lunares en el rostro para exteriorizar su estado: si lo era en la sien
izquierda mostraba que ya tenía cortejo, si en la derecha, que estaba cansada
de su cortejo y podía aceptar otros; junto a los ojos, los labios o la nariz,
distintas formas todas ellas de mostrar el estado de ánimo de la señora.”[5]
Se
trata de una obra preciosa en la que da detalles minuciosos sobre la cultura
cubana y la cultura gitana, que no son tan diferentes entre sí, ya que ambos pueblos
son perseguidos, ambos pueblos aman el canto y el baile y ambos pueblos sufren
persecuciones a lo largo de su historia. Una obra muy recomendable que te
atrapará desde el primer momento.
[1]
Falsones, Ildefonso (2013), La reina
descalza, pág. 156
[2]
Falcones, Ildefonso (2013), La reina
descalza, págs. 286-287
[3]
Falcones, Ildefonso (2013), La reina
descalza, pág. 411
[4]
Falcones, Ildefonso (2013), La reina
descalza, págs. 416-417
[5]
Falcones, Ildefonso (2013), La reina
descalza, págs. 621-622
Comentarios
Publicar un comentario