Recorrido por la obra del Conde de Villamediana: sonetos amorosos, fábulas mitológicas, poemas satíricos

  1. Recorrido por su obra.
1.1.Los sonetos amorosos
La obra del Conde de Villamediana recoge un amplio abanico de temas como el amoroso, lírico, sacro, fúnebre, burlesco, pastoril, mitológico y una gran obra satírica.
En palabras de José Francisco Ruiz Casanova:
El tema amoroso es uno de los pilares en los que se fundamenta la obra del Conde, tanto en los sonetos como en el resto de la poesía. La expresión siempre doliente del amor se articula mediante las vías establecidas mediante la tradición (tradiciones por su caso): tradición clásica y tradición cancioneril. La primera hasta Garcilaso y Herrera; la segunda, que toma argumentos de la mejor poesía del siglo XV. […] Un análisis en profundidad de sus sonetos amorosos nos debe conducir a la conclusión de que Villamediana establece un puente no sólo entre la poesía cancioneril y la petrarquista y neoplatónica, sino también en los tonos de Garcilaso, Herrera y otros poetas de la segunda mitad del siglo XVI y las formas metafóricas y de trasposición a que se someten temas, tópicos y estructuras a partir de Góngora.[1]
Después de esta poesía amorosa, se encuentran los sonetos líricos con temas mitológicos como el rapto de Europa, Ícaro, Adonis; temas de reflexión política y personal y, por último, alabanzas al nacimiento del futuro Felipe IV.


Los sonetos sacros van dirigidos a San Javier, San Ignacio de Loyola y San Isidro.
Contamos también con los sonetos fúnebres con tópicos como el superbi colli y dedicados a reyes como Fernando el Católico, Carlos V, Felipe II, Margarita de Austria y Enrique IV de Francia.
Los versos sobre el tema del desengaño aparecen tras su último destierro, producido entre 1618-1621.
Según Ruiz Casanova:
Villamediana, pues, llega en estas composiciones a ofrecer el universo o microcosmos más minúsculo y cercano al propio yo del autor –el desdoblamiento existe en el Conde-, y ésta es una de las ideas que más debemos afianzar en pos de no incurrir de nuevo en el biografismo glosado a través de sus versos-; y esa circunstancia concreta (“el hombre como microcosmos”) amplía de nuevo sus horizontes significativos al llegar a las manos del lector: la circunstancia concreta –real o verosímil- sirve como “ejemplo” para ideas de mayor profundidad y amplitud.[2]
1.2. Las fábulas mitológicas
Villamediana escribió cinco fábulas y cada una de ellas contiene un tema mitológico. La primera de ellas, la Fábula de Faetón, es la mejor estructurada y completa. Se puede apreciar que la obra se asemeja a los primeros libros de las Metamorfosis de Ovidio.
Según Gallego Morell: “Villamediana es quien nos lega la fábula de Faetón que más alto vuela en la poesía española […] La fábula de Villamediana, rica en descripciones marginales a la narración del mito, es la que centra el simbolismo que Faetón entraña”. [3]
En la fábula hay una presencia del léxico gongorino; también son importantes los mitos y el léxico culto, pero lo imprescindible es que Villamediana conjuga bien los ritmos con las estrofas adecuadas como nos explica Ruiz Casanova.[4]


La Fábula de Apolo y Dafne, también en octavas, es una obra de menor extensión que la Fábula de Faetón. Se habla de personajes mitológicos como Apolo, Cupido, Dafne, Diana y se ven tópicos como el locus amoenus o la descriptio puellae, utilizando asimismo paradojas amorosas como la del fuego y el hielo, la mirada petrarquista, la mirada de la dama y sus rayos, el llamado “nudo de amor”, la “inscripción de amor” de Virgilio y la alegoría de “la cárcel de amor”.
Ruiz Casanova termina diciendo que:
En conclusión, las pretensiones de Villamediana son ahora más concretas; la historia, a su vez, menos extensa y con menos matices; y, además, se ha de tener en cuenta un hecho objetivo como es que el Conde trabaja ahora sobre las bases elaboradas con anterioridad en su propia obra: el afrontar la composición de una historia mitológica en forma de fábula […] y la posibilidad que el tema de las relaciones entre Apolo y Dafne le ofrece para integrar diversos lenguajes de su propia poesía amorosa. [5]
 La Fábula de la Fénix, está escrita en silvas y en ella relata la vida y la muerte del ave fénix que es también un tema de las Metamorfosis de Ovidio. Se trata de un poema de descripción mitológica pero de menos envergadura que las otras fábulas. Tiene muchos errores textuales, con lo cual, ha sido más difícil de estudiar por los críticos. A pesar de esto, Ruiz Casanova opina que:
Cabría, pues, llegar a la conclusión de que parece que el Conde “escribiera a la fuerza y obligado por amistad o compromiso”; sin embargo, al igual que ocurre en el Faetón, la fábula se imprime sin dedicatoria […] Aventuro aquí algunas de las que creo que deben considerarse:
1) La dificultad que Villamediana debió de encontrar para conjugar la forma estrófica y el lenguaje culto o gongorino.
2) El hecho de que el poema deba ser una descripción meramente física, sin perfiles psicológicos ni aparición de figuras humanas o divinas.
3) Y, lo que me parece más importante, la utilización de una historia breve y sin grandes variaciones, en la que lo único que posee interés es el destacar la condición inmortal del ave. En este sentido, cabría decir que Villamediana actúa por reducción en cuanto al contenido de sus fábulas: en el Faetón, la historia posee un núcleo central y diversos subtemas adyacentes a éste; en Apolo y Dafne, el núcleo central es mucho más concreto y, ahora, en la Fábula de la Fénix sólo interesa lo meramente descriptivo, puesto que la acción casi desaparece. [6]
1.3. Los poemas satíricos
Forman el mayor número de composiciones suyas y tienen una gran importancia pues podrían ser los culpables de su muerte. Cada una de las sátiras que compuso estaba dedicada a condenar los vicios y la corrupción política de la época del reinado de Felipe III. Atacó al Duque de Uceda, al Duque de Lerma, a Osuna, a Rodrigo Calderón, a los Tovar y a algunos religiosos pertenecientes a la corte.
Como bien dice Ruiz Casanova:
Su tono es el de la denuncia inmediata, directa, sin circunloquios ni alusiones veladas, sino introduciendo en sus poemas nombres, hechos y circunstancias concretas que determinan el origen del poema. A pesar de los problemas personales que esta poesía le acarrearía, quedan sus versos como testimonio del aviso que, no sé si el preocupado o el patriota, pero sí el indignado personalmente, lanza, convirtiéndose de ese modo en cruzado de una causa de la que la Historia le dio, posteriormente, la razón.[7]
Utiliza también tópicos como lo sexual, lo escatológico, el tema de los judíos, los mercaderes o los jueces. Pertenecen a los últimos años del reinado de Felipe III, que era la época en la que más corrupción política había; muestra siempre un tono de denuncia y recoge algo muy propio de su época que era la sátira literaria o el insulto gratuito.
Luis Rosales expuso una serie de ideas acerca de este tipo de composición poética:
1)       La sátira no es un modo de historia recreada, sino resentida.
2)       Su existencia misma es su función, y casi su única tarea.
3)       Son tres las corrientes principales del tema […]: poesía político-teórica, poesía político-moral y poesía político-satírica.
4)       En la sátira de Villamediana la censura se inclinaba cada vez más hacia el dominio de lo personal, lo fáctico, lo concreto.
5)       La sátira se apoya únicamente sobre el ingenio, adquiriendo ese carácter provisional, inasible, fluido, en el cual la movilidad es el dibujo de su contorno.
6)       Cuando escribe estas sátiras, Villamediana no quiere convencer, sino combatir; y aún más; no quiere, precisamente, combatir, sino infamar. Todo le vale y lo utiliza todo: el insulto mondo y lirondo, la denuncia verídica o mendaz, la lívida amenaza. [8]

Finalmente, cabe destacar una obra teatral de Villamediana, La Gloria de Niquea, que fue encargada por la reina Isabel para celebrar el cumpleaños decimoséptimo de Felipe IV. Su representación se llevó a cabo el 15 de mayo de 1622 en Aranjuez, el día de San Isidro.
Esta obra ha suscitado interés debido al incendio que se produjo en el teatro y las leyendas que surgen debido a ese tema. La obra está inspirada en el Amadís de Grecia de Feliciano de Silva. Ruiz Casanova comenta que:
Entre las características singulares de la obra podríamos destacar el hecho de que la representaran e interviniesen en los bailes la Reina, la Infanta, y más de treinta damas principales de la Corte, además de una negra, que representó a la Noche, y un enano (Miguel Soplillo), único hombre en escena. La mera circunstancia de que casi todos los papeles fueran representados por dichas damas nos da la medida de la envergadura de la obra, producto cortesano que revierte en la misma clase social que la concibe y pone en escena. Una máquina teatral, con artificios móviles, fue creada para tal ocasión por el ingeniero italiano de las fortificaciones de Nápoles Julio César Fontana; la música corrió a cargo de los maestros de la Capilla Real, y el tablado se situó sobre el Jardín de la Isla. [9]




[1]Recogido de la introducción a la obra del Conde de Villamediana, Poesía impresa completa, edición de José Francisco Ruiz Casanova,  Madrid, Cátedra, 1990, págs. 31-32.
[2] Ibidem, pág. 55.
[3] Gallego Morell, El mito de Faetón en la literatura española, Madrid, CSIC, 1961, pág. 43.
[4] Op.cit., pág. 44.
[5] Ibidem, pág.46.
[6] Ibidem, págs. 49-50.
[7] Ibidem, pág. 56.
[8] Luis Rosales, Pasión y muerte del Conde de Villamediana, Madrid, Gredos, 1969, págs. 163-164.
[9] Op.cit., pág. 60.

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