Tratamiento de las figuras femeninas en la Eneida de Virgilio

Para comenzar, mi línea de investigación está enfocada hacia el tratamiento de las figuras femeninas en la Eneida de Virgilio. En general, puedo observar que las mujeres en la obra, tanto humanas como diosas, son consideradas por el autor como heroínas cada una de ellas en su particular aspecto.


Antes de empezar, es necesario realizar un pequeño resumen de la obra para situarnos. Tras la guerra de Troya, Eneas consigue escapar junto con su padre Anquises y su hijo Ascanio. Por el camino, su esposa Creúsa, tras morir en la guerra, se le aparece y le dice que tiene que cumplir el designio de los dioses y fundar una nueva Troya. A partir de ese momento, Eneas emprenderá un largo viaje hasta llegar a Italia donde le espera su futura esposa y un nuevo reino. Antes de llegar a Italia, pasará por Cartago donde se enamorará de la reina Dido quien se suicidará tras ver a Eneas marchar para cumplir su destino. Más adelante, tras morir su padre Anquises, se le aparecerá para decirle que tiene que visitarle en el Averno y allí le mostrará cómo será la nueva estirpe. Una vez en Italia, será acogido por el rey Latino y le entregará la mano de su hija ya que así se dijo en una profecía. El problema llegará con Turno que estaba prometido con Lavinia y no permitirá que le roben a su esposa, entonces dará comienzo una nueva guerra en la que Eneas resultará vencedor.
Para comenzar con el tratamiento de las figuras femeninas en la obra, Creúsa, la fiel esposa de nuestro héroe Eneas, tras huir de Troya junto con los demás compañeros, en un momento en que Eneas se vuelve hacia atrás y no la encuentra es cuando se da cuenta de que ha desaparecido. Como señala V.E. Hernández Vista, Creúsa es un personaje que desaparece:
[…] Esta crítica no ve en la desaparición de Creúsa más que un fácil expediente de Virgilio para su trama épica. Pues, ¿qué podía hacer con su mujer Eneas en el palacio de Dido? ¿Cómo se iba a casar con la hija de Latino en Italia? Naturalmente, había que hacer de Eneas un viudo en condiciones aceptables. Y como Virgilio tenía para elegir dos leyendas, una según la cual su mujer le acompañaba y otra según la cual partía sin ella, la elección no era dudosa. Y la cosa termina de enredarse al establecer Eneas el orden de marcha para la fuga: Anquises, su padre, irá sobre las espaldas del propio Eneas, llevando además los Penates y objetos sagrados; su hijo, Ascanio (Iulo) irá de su mano; y su mujer, Creúsa, irá detrás, longe, “a larga distancia”. ¡Excelente astucia para deshacerse de la esposa[1]!


          Está claro que Creúsa debía desaparecer, ya que si no lo hiciera, el destino que los dioses tenían entre manos para Eneas no podría haberse cumplido. Imaginando que Creúsa hubiera seguido con vida, al llegar a Cartago y encontrarse con la reina Dido, las astutas Venus y Juno no conseguirían realizar su plan para que Dido y Eneas se enamoraran y así impedir que cumpliera su destino que era el propósito de Juno. O en todo caso, ¿le hubiese sido infiel Eneas a Creúsa para tener de amante a Dido?, ¿Dido lo hubiera aceptado si así lo fuera? Lo dudo mucho. Siguiendo con estas cuestiones que me planteo, al llegar a Italia no hubiera podido casarse con Lavinia. Por lo tanto, Creúsa tenía que desaparecer de algún modo y el mejor momento era ese. Si hubieran llegado juntos a la tierra de Dido, al estar enamorada ella de Eneas, es posible que surgieran disputas y que les fuera más difícil realizar su cometido. Por ello, era necesario que Virgilio hiciera desaparecer a Creúsa en el momento en que se disponían a huir de Troya. A parte de esto, la propia Creúsa se le aparece a Eneas cuando él se da cuenta de que ella no está y vuelve a Troya para buscarla y ella se le aparece como una sombra y le dice:
            ¿De qué te sirve abandonarte así, mi dulce esposo, a ese loco dolor?
                No acontece esto sin voluntad expresa de los dioses.
                No te es dado llevarte a Creúsa contigo de aquí. No lo permite
                el poderoso dueño del Olimpo celeste. Largo exilio te espera.
                Un dilatado espacio de mar has de surcar. Arribarás a Hesperia,
                en donde el lidio Tíber entre fértiles tierras de labriegos
                va fluyendo en la paz de su corriente. Allí te aguardan días de ventura,
                un reino y una regia consorte dispuestos para ti. […][2]
Es ella misma quien le aclara que debe seguir el designio de los dioses y que tiene que continuar su camino sin ella.
Siguiendo con las mujeres de Eneas, la siguiente es Dido. Aquella Dido que había jurado fidelidad eterna a su difunto esposo es ahora la que va a cambiar de opinión tras conocer a Eneas y conocer en boca de este, el largo sufrimiento tras la pérdida de Troya. Este amor será infundido por el ardid de las diosas Juno y Venus que traman enamorar a estos dos jóvenes para que así Eneas no logre alcanzar su destino y se quede en Cartago según los propósitos de Juno y según los propósitos de Venus para que le protejan.





En la introducción a la obra de Luis Rivero García se hace una valoración del tratamiento de Dido:
       Dido es el retrato ideal de la heroína en la concepción de Virgilio, por lo que su caracterización es fundamentalmente negativa con respecto a las heroínas helenísticas: no es ingenua, inmadura o tímida, o humilde, salvaje, o astuta. No se regodea en su propia desgracia más allá de desear que su vida hubiera sido diferente. Virgilio adorna a Dido con las características de la realeza ideal, humanitas mezclada con magnanimitas, virtudes que destellan tanto en sus primeras como en sus últimas palabras. Dido, la soberana ideal, tiene aun así sus faltas: es impulsiva, afectiva, solitaria y siempre llena de pasión. Entrega su corazón no a un héroe brillante, sino a un hombre derrotado, exiliado y errante como ella, al que su empatía obliga a auxiliar. Su ánimo fluctuante no es capaz de ahogar la voz de la conciencia, que siempre le anuncia una calamidad que presiente. Ha quebrantado las promesas que hizo a Siqueo y la fides por su esposo muerto; es orgullosa y precisamente la herida en su orgullo es lo que más la lastima en el abandono de Eneas[3].
En mi opinión, considero a Dido como una mujer valiente y con mucha fuerza en su interior, y eso se verá en que será capaz de quitarse la vida tras la marcha de Eneas. Dido, sin su marido, es capaz de levantar un pueblo y escapar de su hermano y de su patria, pero también tiene un lado cariñoso y sensible, acoge a Eneas y a sus compañeros sin saber quiénes son, cuando esta gente no tiene nada, se apiada de ellos y escucha el relato de Eneas con tristeza. Creo que en esos momentos es cuando ella empieza a sentir algo en su corazón hacia ese pobre muchacho desconocido que ha vivido tan tristes aventuras. Creo que es eso lo que ve en él, el sufrimiento de un joven que ha sabido luchar y salir adelante para salvar a su pueblo. No se enamora, como acabo de citar, de un hombre triunfante y glorioso sino de un pobre hombre que lo ha perdido casi todo menos la esperanza.
Dido acude a su hermana Ana, a ella es a quien se atreve a confesar sus sentimientos por el extranjero Eneas. Ella le anima a seguir adelante con sus amores, pero este amor no durará mucho ya que Eneas deberá volver a embarcarse y continuar hacia su destino. Por su parte, Dido no logra entender esto, no logra afrontar como su amado parte y la abandona. Por eso, cuando Eneas la encuentra ella le dice:
¡Traidor, con que esperabas poder disimular tan gran maldad
y sin decir palabra marcharte de mi tierra! Pero ¿no te detiene nuestro amor
ni la diestra que un día te di en prenda,
ni la muerte cruel que espera a Dido?
[…]
¿En qué manos me dejas en trance ya de muerte, huésped mío,
sólo este nombre ya me queda de mi esposo? ¿A qué aguardo?[4]
            En este pasaje ella se muestra llena de dolor, con lágrimas en los ojos y, a su vez, llena de ira por las intenciones de huir de Eneas. En varias ocasiones nombra a la muerte, y en este sentido veo que Eneas es impasible, aunque es cierto que le apena marcharse pues también está enamorado de ella, pero de todas formas, no logra alterar su voluntad de alguna forma para que se quede, él decide marcharse y dejar sola a una Dido envuelta en lágrimas y destrozada.
            En palabras de V.E. Hernández Vista:
       Su contestación es pobre [la de Eneas] […] “deja de herir mi corazón y el tuyo con tus tristes lamentos; no voy tras Italia por mi gusto”. Después de esto Dido estallará en una salvaje explosión, se humillará más tarde con nuevas súplicas y, convertida en fantasma de sí misma, se entregará como víctima consumando su tragedia[5].
            Dido apela a Eneas con súplicas y lamentos que se ven reflejados en las fórmulas de interrogación y los imperativos que utiliza. Se muestra en estado de furor y frenesí y decide suicidarse.
            La tercera y última de las esposas de Eneas será Lavinia. Este personaje no llega a decir palabra alguna en la obra y creo que Virgilio lo hace así porque verdaderamente no lo cree necesario. Ella es, por así decirlo, la meta que Eneas alcanzará para lograr su destino que es casarse con ella y fundar una nueva tierra. Me parece que no hace falta que Lavinia hable en la obra, simplemente porque no tiene nada que decir, ella no opina nada sobre su matrimonio con Eneas, simplemente debe hacerlo porque es el designio de los dioses. Quizá, para sus adentros, no quiera realmente casarse con Eneas sino con Turno, pues parece que al que realmente ama es a éste y no a Eneas. Lo podemos ver más claro en este pasaje en el que vemos que ella se enrojece por Turno:
Lavinia oye las quejas de su madre inundadas de lágrimas las ardientes mejillas
                que un intenso rubor abrasa y se difunde al punto por su rostro encendido.
                Como cuando se tiñe el índico marfil con el rojo de sangre de la púrpura
                o el albor de los lirios se arrebola entre la grana de abundantes rosas,
                así eran los colores que lucía la muchacha en el rostro[6].
Otra figura importante en la obra es Ana, la fiel hermana de Dido. Hernández Vista opina que:
     “Esta Ana, la mitad del alma de Dido, a quien ama tiernamente sin poderla ayudar: al contrario, ella, Ana, el apetito, la pasión de Dido, su tierna hermana y la mitad de su alma, inflamará más aún la pasión de Dido, oscurecerá aún más su razón y la empujará inevitablemente hacia la muerte.” Por eso Ana entra en acción de un modo tan natural y esperando en este momento, cuando el proceso pasional de Dido alcanza su clímax, y por eso estuvo ausente durante el banquete y la narración de Eneas, cuando el proceso pasional emprendía su marcha[7].
            Estoy de acuerdo con Hernández Vista en el sentido de que Ana no había aparecido en el banquete ni en la narración de Eneas porque no era necesario, o más bien, porque no había llegado el momento. Siguiendo con el plan de Virgilio, a él no le interesaría meter a Ana en esos momentos, porque Ana está para consolar a Dido y, a su vez, para empujarla a los brazos de Eneas. Tampoco podría aparecer antes ya que Eneas tenía que cumplir su destino y los dioses necesitarían quitarse de en medio a Dido de alguna manera para que él pudiera cumplir su cometido, por eso Ana es importante para empujar a Dido hacia Eneas, ya que Ana cree que Dido será feliz al lado de este joven extranjero. Virgilio debió idear este plan para así cuadrar la historia, los dioses necesitan a Ana ya que saben que Dido la obedecerá, esta decisión será la causante de su muerte y así Eneas podrá seguir su camino.
            Para seguir, las diosas que aparecen en la obra son Venus y Juno. Estos personajes serán fundamentales para los acontecimientos ya que tramarán artificios para conseguir sus propósitos. Por su parte, Venus, la madre de Eneas, está pendiente de él y le protege para que nada malo le suceda. Juno, en cambio, odia a los troyanos porque Paris no la eligió en el juicio por la manzana de la discordia como la diosa más bella. Ella es quien provoca toda clase de males al protagonista para que no pueda cumplir su encargo. Junto a ella, Venus hará que Cupido lance las flechas de amor a Dido y a Eneas para que se enamoren y Eneas se quede en Cartago. Juno es también quien acude a la furia Alecto para que enloquezca a los familiares de Latino e impidan que Eneas se case con Lavinia. En este caso, veo una especie de ambivalencia ya que, mientras Venus trata de proteger a su hijo para que no muera, por otro lado Juno está tratando de deshacerse de él. Creo que estos personajes son primordiales en la obra ya que Venus le salva de la muerte en la guerra de Troya y así podrá vivir para seguir su destino, mientras que por otro lado, para que no sea tan fácil y Virgilio pueda contar su historia, debe aparecer Juno para ponerle un poco más difícil las cosas a Eneas y así poder explicar todo el recorrido que hizo Eneas hasta llega a Italia. También, tanto a Juno como a Venus les conviene Dido. A Venus le conviene Dido para que proteja a su hijo, mientras que a Juno le conviene Dido para que se quede en Cartago y no cumpla el designio de los dioses. Estas dos diosas, cada una con su propósito, son capaces de aunar fuerzas para conseguir lo que ellas desean. Por otra parte, veo que estas diosas tienen como títeres a los personajes según a ellas les convenga. Dido está en manos de Venus ya que a ella le interesa que proteja a su hijo, mientras que Turno está en manos de Juno porque a ella le interesa que Eneas no consiga su destino o al menos retrasarlo.


            Uno de los personajes más importantes de la Eneida es Camila. En la introducción a la obra de Luis Rivero García se dice de este personaje que:
      Camila, la virgen guerrera, de pies ligeros e infatigables, dueña de un orgullo fácilmente soliviantado y una inocencia ajena a toda trapacería y engaño, intrépida y consciente de su deber incluso en el momento de su muerte. […] Es por un lado la encarnación ideal de la dureza, resistencia, frugalidad y austeridad […] el reflejo de heroínas míticas como la cazadora tracia Harpálide, la arcadia Atalanta y la reina amazona Pentesilea. […] Pese a su heroísmo, su austeridad y su despreocupación, Camila continúa siendo una mujer, y es precisamente una de las debilidades tradicionalmente consideradas femeninas, la atracción por el oro, la que acarrea su muerte[8].


 Camila es un ejemplo de mujer guerrera y valiente, es leal a su compañero Turno y juntos lucharán para que Turno no pierda a Lavinia. Tras matar a Cloreo, se queda fascinada por sus ropajes y es en esos momentos en los que pierde la noción del tiempo y se convierte en presa fácil para Arrunte que al estar ella desprevenida la ataca y consigue matarla. Creo que aquí se pretende demostrar que aunque Camilia sea una mujer muy fuerte y muy valiente, también tiene sus debilidades como mujer y que esa debilidad es la causante de su muerte. Ella pervivirá, tras su muerte, en la memoria de las mujeres latinas, por eso, las mujeres latinas tomarán su ejemplo de valor para luchar.
En el caso de Amata, llama muchísimo la atención de este personaje como mujer enloquecida y llena de frenesí. Luis Rivero García opina que:
      Amata es un caso especial, en tanto que los fracasos y obstáculos no la desaniman en su apoyo a Turno, que sostiene hasta la muerte. Sin embargo, su comportamiento no está motivado por ningún rasgo especial de su personalidad, sino que Virgilio lo considera la reacción típica de una mujer en su posición. La intervención de Alecto no saca a la luz nada que no estuviera ya presente en ella: Amata ha escogido como yerno a un varón espléndido de su propia familia, y con la boda ya preparada, se encuentra con que debe entregar a su hija a un vagabundo sin tierras ni recursos[9].
Entiendo en este sentido la posición de Amata, ya que como madre mira por el bien de su hija y tras haber concertado una boda con un joven de su agrado, no es capaz de entregar a su hija a un pleno desconocido, extranjero del que nada se sabe. Esto sería el pensamiento de cualquier madre en la época y en la actualidad. Mientras que Latino se deja llevar por la predicción del oráculo, Amata no quiere dejar a su hija a manos de un desconocido y por ello, decide apoyar a Turno para su lucha. Como acabo de citar, es cierto que Alecto como furia ha enloquecido más a Amata pero ella ya tenía esa opinión antes de que apareciera Alecto. En este caso, la intervención de Alecto sólo sirve para enloquecer más a Amata pero no para alterar su opinión.
Pasaré a hablar ahora de Alecto. Alecto es la furia que envía Juno para enloquecer al bando de Turno y conseguir así que Eneas no logre cumplir su destino. Alecto logra enloquecer y persuadir a Turno para que luche por su amada Lavinia. También, como he dicho anteriormente, enloquece a Amata para que no entregue a su hija a un desconocido. Ella, al igual que Juno, va a ser el medio por el cual el destino de Eneas se va a ver dificultado. Sin embargo, Alecto es un medio para llevar a sus extremos los sentimientos de esas personas a las que enloquece, pero no cambia su opinión ya que ellos hubieran luchado igualmente sin la intervención de la furia. En el caso de Amata, pienso que ella hubiera luchado igualmente por no entregar a su hija a un completo desconocido, pero en el caso de Turno, vemos que al principio le da igual que le quiten a su futura esposa y tiene que ser Alecto quien le enloquezca y haga que luche.


Las mujeres troyanas son otro caso importante en la obra. En este caso, las mujeres como colectivo. Según  Luis Rivero García:
       Las mujeres troyanas del libro V representan varios estadios de la locura, como ocurrió anteriormente con Dido y sucederá posteriormente con Amata. Cuando una mujer cae en el delirio, se contagia como una infección: el dolor se convierte en desesperación y la desesperación acarrea la muerte o convierte la vida en un tormento cruel. […] Por otro lado, su inestabilidad emocional hace que las mujeres cambien fácilmente de estado de ánimo: las mujeres troyanas se arrepienten inmediatamente después de prender fuego a los barcos, las mujeres latinas abrazan la causa de Amata y Turno con entusiasmo, pero tras la primera derrota maldicen los planes de boda de Turno[10].
Las mujeres troyanas se desesperan al pensar en todos los viajes que les queda por hacer y todos los peligros y aventuras que les queda por vivir. Entonces, la diosa Juno manda a Iris a las naves troyanas mientras los hombres están rindiendo con juegos los honores rituales. Iris se transforma en Béroe y les dices a las demás:
[…]
¡Venid, ea, prended fuego conmigo a estas infaustas naves!
Pues en sueños la imagen de Casandra, la adivina
pareció que me daba unas teas encendidas.
Buscad Troya aquí –dijo-. Aquí tenéis vuestra morada.
Es tiempo ya de obrar.
No admiten dilación tales portentos. Ved estos cuatro altares de Neptuno.
Él mismo nos da antorchas y coraje.
[…]
Entonces sí que gritan pasmadas del prodigio, frenéticas,
y arrebatan el fuego a los sagrados fogariles. Parte de ellas despojan los altares
y arrojan follaje, ramas secas, antorchas encendidas. Y Vulcano cabalga
a rienda suelta enfurecido a lo largo de los bancos y las filas de remos
y las pintadas popas de madera de abeto[11].


Las mujeres troyanas deciden prender fuego a las naves y destrozar todo a su paso enloquecidas. Creo que ellas se dejaron llevar por la intervención de Iris pensando que era la solución a sus problemas y que sería el fin de su desesperación. Inmediatamente después de prender fuego a las naves, ellas mismas se arrepienten de lo que acaban de hacer. Se han dejado llevar por un intento de solución rápida, ahogadas por la desesperación y los deseos de no tener que embarcarse de nuevo al mar con la posibilidad de morir en las aguas.
Por último, después de destacar a las figuras femeninas más importantes de la obra, hay también una serie de mujeres más que aparecen en algún momento de la obra muy brevemente y que me ha parecido que su papel ha sido menos relevante que el de las mujeres que he descrito a lo largo del trabajo ya que sólo aparecen en un momento puntual de la obra. Estas mujeres son Helena, Andrómaca, Casandra, la madre de Euríalo, la diosa Minerva, Celeno (la reina de las Harpías), Sibila, Iris (la mensajera de Juno), Diana y Yuturna.
A modo de conclusión, he de decir que Virgilio en la obra trata tanto a las mujeres como a las diosas como heroínas que están dispuestas a todo por conseguir sus propósitos. Camila lucha por la causa de Turno; Dido lucha por el amor de Eneas; las mujeres troyanas incendian las naves para conseguir un bienestar; la diosa Venus lucha por proteger a su hijo; la diosa Juno lucha por que Eneas no pueda cumplir su destino; Amata lucha por no abandonar a su hija a los brazos de un desconocido; Alecto, como furia, enloquece a los demás para conseguir los propósitos de la diosa Juno.


Además de esto, la mayoría de las mujeres de la obra actúan como enloquecidas por alguna debilidad y esas debilidades son las causantes de todo. Camila enloquece por los ropajes de Cloreo al verlos tan resplandecientes y esa debilidad es la causante de su muerte; Dido enloquece por el amor de Eneas y tras la marcha de este decide suicidarse; las mujeres troyanas enloquecen al ser persuadidas por Iris e incendian las naves por miedo a volver a navegar; la diosa Juno está enloquecida por su odio a los troyanos en general y a Eneas en particular que hace todo lo que hace motivada por este odio, manda a la furia Alecto y a Iris para enloquecer a los demás y llevar a cabo sus propósitos; Amata enloquece por no querer entregar a Lavinia a un extranjero desconocido y esa locura la llevará hasta su muerte; la misma Alecto como furia que va enloqueciendo a los que Juno le pide.
Asimismo, ese enloquecimiento de estas mujeres es lo que les lleva a pecar de debilidad y en algunos casos ser hasta causante de la muerte. Pero lo que he de destacar ante todo es que las mujeres de la Eneida son mujeres valientes y atrevidas, dispuestas a luchar por alcanzar sus propósitos y por conseguir el bienestar suyo y de su pueblo.










BIBLIOGRAFÍA

·         HERNÁNDEZ VISTA, V.E, Figuras y situaciones de la Eneida, Madrid, Gregorio del Toro, 1964.

·         VIRGILIO, Eneida, Madrid, introducción, texto latino, traducción y notas de Luis Rivero García, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Tirant lo Blanch, 2009.

·         VIRGILIO, Eneida, introducción de Vicente Cristóbal, Madrid, Gredos, 1992.





[1]V.E. Hernández Vista, Figuras y situaciones de la Eneida, Madrid, Gregorio del Toro, 1964, pág.155.
[2] Virgilio, Eneida, Madrid, introducción de Vicente Cristóbal. Gredos, 1992, vv.776-783. Sigo siempre la misma edición, en los siguientes fragmentos consigno los versos.
[3] Virgilio, Eneida, introducción, texto latino, traducción y notas de Luis Rivero García, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Tirant lo Blanch, 2009, págs. CXII.CXIII.
[4]  (vv. 305-308, 323-324.)
[5]V.E. Hernández Vista, Figuras y situaciones de la Eneida, Madrid, Gregorio del Toro, 1964, pág.164.
[6] (vv. 64-69.)
[7] V.E. Hernández Vista, Figuras y situaciones de la Eneida, Madrid, Gregorio del Toro, 1964, pág.163.
[8] Virgilio, Eneida, introducción, texto latino, traducción y notas de Luis Rivero García, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Tirant lo Blanch, 2009, pág. CIV.
[9] Ibídem, pág. CV.
[10] Virgilio, Eneida, introducción, texto latino, traducción y notas de Luis Rivero García, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Tirant lo Blanch, 2009, pág. CV.
[11] (vv. 635-640, 659-663.)

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